¿Quién ganó el debate electoral?
Este domingo, los españoles acudirán a las urnas por cuarta vez en cuatro años. El hecho de que la campaña de los presentes comicios ha sido la más corta de la historia de la democracia española pone en relieve la importancia de comunicar de manera efectiva durante este breve periodo era obvia y conocida por los cinco candidatos.
Es por ello que los aspirantes a ocupar el Palacio de la Moncloa han utilizado todos los cartuchos para dar a conocer su programa electoral a los votantes, y sólo Santiago Abascal y Pedro Sánchez, que declinó la invitación de Pablo Motos para acudir a El Hormiguero, han rechazado la posibilidad de aparecer en medios de comunicación y dar difusión a ellos mismos y a su partido político.
Uno de los elementos claves en campaña electoral, y en el que el papel de la comunicación es más que claro, es el debate televisado, en el que debutó Vox.
Dada la importancia de la comunicación oral y corporal en el debate electoral del pasado lunes 4 de noviembre, en Carter Lane. hemos querido analizar estos aspectos en las intervenciones de los cinco candidatos a la presidencia del Gobierno.
Pedro Sánchez: Al igual que en los anteriores comicios, el candidato del Partido Socialista (PSOE) acudió al debate encabezando las encuestas y conociendo que sería el principal blanco de sus oponentes.
Ya se sabía que el punto fuerte de Sánchez no son los debates. Y, en ocasiones, se le veía perdido ojeando los papeles o anotando alguna idea. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en el debate del pasado mes de abril, el líder socialista sí se mostró algo más activo que reactivo, atacando en lugar de defenderse de los ataques ajenos. Sin embargo, quedó reflejado su poca capacidad para improvisar.
A nivel de lenguaje extraoral, el líder socialista tiene un tono de voz claro que le ayuda a dar esa imagen presidencial, y la acompañó esta vez de un mayor repertorio de gestos para enfatizar los mensajes. Sin embargo, su media sonrisa irónica y algunas miradas a cámara durante las intervenciones de sus rivales le dan cierta imagen de soberbia.
Pablo Casado: El líder del Partido Popular (PP) llegó al debate con el objetivo de dar una imagen de solidez y de única alternativa a Sánchez. Mostró una imagen presidencialista a pesar de bajarse al barro para luchar, casi cuerpo a cuerpo, con el líder de Ciudadanos.
Eso combinado con preguntas insistentes al presidente de Gobierno en funciones sobre las políticas que iba a tomar si llegase a ser presidente hicieron que Casado fuese uno de los más destacado de la larga noche. Aunque, sin embargo, supo ser flexible y adaptarse tanto a los temas que iban surgiendo como los pactados.
En cuanto a la comunicación corporal, el líder del PP dio una imagen de seriedad y de capacidad de gestionar asuntos importantes. A la hora de refutar o proponer, miraba a los periodistas y cuando interpelaba a otro candidato intentaba que hubiese una conexión de miradas.
Albert Rivera: El líder de Ciudadanos espera con ansia el debate. Lo dijo después ante los medios: “Soy muy de debatir, no lo puedo esconder”. Tenía ganas para intentar terminar con la desbandada de votantes a otros partidos. Y empezó bien.
Sin embargo, con “el merchandising” –que llamaba Abascal– comenzó a desinflarse. Intentó personalizar los problemas que tiene España con ejemplos de andar por casa, pero no consiguió dar esa imagen que dio en las pasadas elecciones. Poco a poco pasó a repartir a diestro y siniestro, especialmente contra Sánchez. E intentó hacer daño tanto a PSOE y PP con la corrupción –de este tema no se salvó ni Vox–. Resumiendo, se vio a Rivera desesperado, disparando a todo lo que se movía, pero sin dar en el blanco.
Rivera es un especialista en el lenguaje corporal. Y lo demostró una vez más. Se vio a un político seguro y bien puesto al principio, pero con el paso del tiempo se fue desinflando. Y su falta de argumentos, los sustituyó con objetos.
Pablo Iglesias: El líder de Podemos iba contra las cuerdas. Las encuestas estaban en su contra. Necesitaba dar la imagen de referente en la izquierda y hacer ver que Sánchez no estaba por la labor de pactar con otro partido de la izquierda. Y lo consiguió.
Aunque su debate pase a la historia por una confusión de palabras, dio imagen de conciliador y fue el único que mencionó a los colectivos que han estado en la agenda mediática: pensionistas, la España vacía, taxistas, etc. Fue un guiño a todos, que posteriormente agradecieron. Siempre que tomaba la palabra, optaba por un tono conciliador en el que intentaba hablar del ciudadano.
En cuanto al lenguaje corporal, Iglesias, fiel a su estilo, fue el único que no vistió con chaqueta. Camisa remangada, signo de que iba a trabajar, y sin corbata. En este tipo de acontecimientos, no podía faltar su bolígrafo en la mano derecha, una ayuda para ganar en seguridad y quitarse un problema: saber dónde meter las manos.
Santiago Abascal: El líder de Vox ha sido señalado por numerosas encuestas como el ganador del debate electoral. Acudió a su primera cita de esta clase con chaqueta, pero sin corbata, con una imagen formal pero más moderna y diferente a la del resto de líderes del centro y la derecha.
Se mostró coherente con las ideas y mensajes que su partido difunde también fuera del debate electoral, como con la contundencia en Cataluña, la lucha contra “la dictadura progre”.
Su tono de voz y sus gestos acompañaron de manera adecuada ese mensaje, que, en la mayoría de sus intervenciones, pronunció mirando a cámara, como si tratara de hablar al pueblo español. Miraba siempre a aquél al que se dirigían sus palabras, personalizándolas aún más.
Aunque consiguió transmitir una imagen contraria a la de radical que se le suele asociar, le fallaron algunos gestos, que reflejaban unos aires de superioridad con respecto al resto de candidatos.
Este debate podrá ser recordado sin duda por los gazapos que tuvieron o las facilidades que tenían algunos para dejarle en bandeja el ataque al rival. No se sabe lo que pasará el día de las urnas, pero está claro que un tercer debate bajaría mucho la audiencia.
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