Los riesgos de usar WhatsApp como herramienta de trabajo


Desde hace pocos años, WhatsApp se ha popularizado como una herramienta más de trabajo. Si bien es cierto que la inmediatez de esta aplicación es útil para resolver cuestiones laborales rápidamente, la facilidad de difusión va acompañada de grandes riesgos, especialmente cuando se trata de información confidencial de una compañía.

La información de una empresa que se escriba y envíe a través de chats privados y grupos corre el riesgo de caer en manos equivocadas. Un caso que hemos presenciado estos últimos días han sido los mensajes que el portavoz del Partido Popular en el Senado, Ignacio Cosidó, envió a su grupo parlamentario. En ellos, detallaba que el acuerdo entre PP y PSOE para formar en Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) era un éxito porque iban a controlar la Sala Segunda del Tribunal Supremo, donde se iban a juzgar a los acusados por rebelión.

La filtración no sentó bien. Pronto salieron los partidos contrarios pidiendo la dimisión de Cosidó. Además, provocó que el nombre que se perfilaba para presidir este organismo rechazara el puesto. Aunque más tarde se demostró que el portavoz del PP solo lo había reenviado, la polémica ya estaba servida y extendida.

Este caso no es el primero. Todos recordamos los mensajes de Mariano Rajoy a Luis Bárcenas y la desesperación de Carles Puigdemont plasmada en unos mensajes de Whatsapp a un confidente.

Sin acuerdo de confidencialidad

Cuando la plataforma comenzó a existir, WhatsApp se usaba sól para comunicación personal. Sin embargo, sus facilidades nos han llevado a utilizarlo en el ámbito laboral y está claro que las aplicaciones de mensajería como WhatsApp no están diseñadas para la comunicación entre empresas y la mayoría de los trabajadores desconocen los peligros que pueden acarrear.

Muchas veces se transmiten datos importantes de operaciones económicas de la empresa, datos personales de miembros de la compañía o fechas relevantes que no pueden ser conocidas. Al final,  acaban pasando de conversación en conversación y filtrándose, llegando a hacerse públicas. Y lo peor de todo es que, salvo que haya atentado contra la intimidad o el honor de la persona que escribió el mensaje, en un juicio, suele ganar el que filtra la información, ya que en ningún momento el acuerdo de confidencialidad que se pueda tener afecta directamente a esta vía de comunicación.

WhatsApp está avanzando a un ritmo acelerado. Todos lo usan para temas personales, pero también para asuntos laborales y, mientras el correo electrónico, pierde protagonismo, cada vez es más difícil separarnos de esta aplicación. Eso es porque buscamos la inmediatez. Hemos llegado a un punto en el que no contestar de manera inmediata en WhatsApp puede ser considerado descortés o desconsiderado, de ahí la necesidad de replantearse este tipo de herramientas.