La COP26, ¿a qué nos hemos comprometido?
Llevábamos meses oyendo hablar de esta importante cita, la Comisión Europea ya había lanzado propuestas con retos y compromisos con el fin de liderar esta cumbre del clima de Naciones Unidas en Glasgow. La COP26 era la siguiente gran reunión tras los acuerdos de París de 2015 con el Reino Unido como anfitrión en su era post Brexit. Los líderes mundiales llegaron, hablaron y se fueron. Mucho discurso, algún compromiso, pero poco ejemplo.
Los científicos reclaman un punto de inflexión. Las cifras son alarmantes y el daño difícilmente reversible. Ya no vale tan solo con mantener vivo el compromiso de limitar el calentamiento global a 1,5 grados para final de siglo, hay que hacer algo más. Pero los avances no son muy optimistas.
Veníamos del G20 de Roma, reunión en la que tan solo 12 de los 20 países más ricos del mundo se comprometieron a ser neutrales en emisiones carbono para 2050. Esto significa que los países tienen que presentar una hoja de ruta concreta para reducir a la mitad las emisiones para 2030 y 20 años después solo podrían emitir los gases que puedan ser capturados por la naturaleza o por tecnologías que hoy son experimentales.
Aunque los mandatarios se fueron anoche, quedan 10 días por delante para importantes negociaciones técnicas entre delegaciones con el fin de convencer a los países más contaminantes de la necesidad de su compromiso. Por ejemplo, India cumplirá con cero emisiones netas para 2070, 20 años por detrás del objetivo y hay que tratar de persuadir a Pekín para que avance en su deseo de alcanzar punto máximo de emisiones antes de 2030.
Hasta el momento, dos son los acuerdos más relevantes que se han logrado entre un centenar de países, el primero con Brasil, China y Rusia entre los firmantes, y tiene que ver con frenar y revertir la deforestación y la degradación de la tierra para 2030. Fue una propuesta de Boris Johnson basada en la Declaración de Nueva York sobre los Bosques de 2014 y al que se unieron países que representan el 85% de los bosques del mundo. Solo un dato, un área de bosque del tamaño de 27 campos de fútbol se pierde cada minuto en todo el mundo.
El segundo acuerdo es un Compromiso Global por el Metano, iniciativa que la Unión Europea y Estados Unidos lanzaron en septiembre para reducir las emisiones de este gas un 30% para 2030. Hubiera sido un éxito que Rusia, China e India, se unieran a este pacto porque son además tres de los mayores emisores, pero se quedaron fuera.
Ningún acuerdo es jurídicamente vinculante, pero este compromiso podría considerarse una victoria ya que el metano es culpable de un cuarto del calentamiento. Según la presidenta de la Comisión en su discurso, “frenando las emisiones de metano, frenamos inmediatamente el cambio climático”. El grave problema es que las emisiones de metano a nivel mundial crecen más rápido hoy en día. Por ello, reducir las emisiones de metano sería uno de los gestos más eficaces para reducir el calentamiento global a corto plazo y mantener 1,5 grados.
Lo que queda claro en este tipo de cumbres es la enorme desigualdad de compromiso por parte de los distintos países ante el cambio climático. Europa demuestra su responsabilidad legislando y acometiendo grandes cambios estructurales para poder cumplir con los compromisos. Y sabemos que la única forma posible es haciendo un gran esfuerzo invirtiendo en innovación. Von der Leyen cuenta con científicos, innovadores, empresarios e inversores, “como agentes fundamentales para avanzar hacia una economía que da más al planeta de lo que quita”.
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