¿Cómo hablar en público como Winston Churchill?

«Voy a ensayar la improvisación del discurso de mañana», dijo Winston Churchill a un periodista después de una rueda de prensa. El primer ministro inglés durante la Segunda Guerra Mundial conocía la importancia de hablar en público. Era consciente de que hasta el más mínimo detalle era fundamental.

Sus discursos pasaron a la historia no solo por el momento histórico en el que los declamó, sino por la fuerza y la seguridad que transmitía. Sabía que la manera que tenía de combatir a los nazis personalmente era a través de sus discursos.

Todos guardan una estructura parecida y cambian los detalles. El mensaje, claro y reforzado en cada párrafo de manera diferente.

Además del mensaje, la imagen es clave. Churchill no vestía con grandes trajes caros o con prendas extravagantes, sabía que tenía que dar una imagen acorde con lo que estaban viviendo.

Otro ejemplo que pone de manifiesto la importancia de la imagen es el primer debate televisado en las elecciones de Estados Unidos de 1960. Kennedy acudió con una apariencia medida y cuidada, en cambio, Nixon dio una imagen descuidada y cansada. Las personas que vieron el debate por televisión dieron como ganador a Kennedy y los que lo escucharon por la radio, a Nixon. Mensaje e imagen, ahí está la clave.

Para transmitir un mensaje como Winston Churchill es importante tener en cuenta:

  • Qué quiero transmitir. Antes de empezar a escribir tenemos que saber qué es lo que quiero transmitir. Cuál es el mensaje. Qué es lo que va a hacer al público que se levante a aplaudir. La clave es tener claro adónde quiero llevar a los oyentes y la reacción que quiero que tenga.
  • La estructura.  Con un discurso bien estructurado, tenemos la mitad del trabajo hecho. Es así. No podemos empezar a hablar sin saber qué queremos transmitir, sin organizar antes nuestras ideas, ni cómo cerraremos. Es importante porque si no hay un hilo conductor claro y meditado, el orador no cosechará los frutos esperado.
  • El contenido. Una vez que sé qué quiero transmitir y cómo lo voy a hacer, debe tener presente cómo lo voy a reforzar: con silencios, con pausas breves, largas, alzando la voz, etc. Aquí se presenta un peligro muy común: divagar. La falta de precisión es uno de los grandes enemigos del orador. De ahí la necesidad de llevar preparado el discurso.

Consejos para convencer al público

Volviendo a Churchill. Los éxitos de las alocuciones del político británico pasaron por persuadir al público y que estos compartieran la esperanza en la victoria. Y eso lo consiguió con una combinación de apelaciones lógicas, éticas y emocionales.

Si se ha trabajado la estructura y el mensaje, es cuestión de allanar el camino. Es decir, proporcionar más ventajas y menos obstáculos. Nos debemos plantear qué ventajas estratégicas, personales o profesionales obtendrán los oyentes si siguen lo que les decimos, y qué obstáculos podrían impedírselo.

Lo conveniente es elegir tres ideas clave a transmitir. Y conseguir los argumentos de autoridad que apoyen la tesis que defendemos.